“Es preferible que te tomes un poco más de tiempo y que quede perfecto” son las palabras que el arquitecto Francisco de la Torre recuerda que su padre Oswaldo, solía decir a los albañiles, cuando con apenas 8 años, lo acompañaba a una de las visitas de obra, como superintendente de construcciones del edificio del Hotel Quito; recuerda también, que solía pasar su dedo índice por la junta de mortero que unía dos ladrillos para verificar su dimensión exacta, si era superior, el trabajo debía ser repetido.

Esta es una muestra del compromiso con el que arquitectos como Oswaldo de la Torre ejercieron el oficio en esa época: entregados completamente a ejecutar una arquitectura pensada, que respondiera de manera responsable al problema y a la realidad, con un profundo respeto a los actores de la construcción y una calidad constructiva excepcional. El resultado de esto son los edificios que han permanecido en el tiempo, obras paradigmáticas, referentes de una época muy importante en la arquitectura de nuestro país, que debemos valorar y defender como parte de nuestro patrimonio.

LA CIUDAD EN LA DÉCADA DE 1950

Desde 1940, Quito comenzó a vislumbrar los inicios de la arquitectura moderna gracias a la presencia de arquitectos, artistas e intelectuales europeos que llegaron por la crisis de la segunda guerra mundial; la visita de los arquitectos uruguayos Guillermo Jones Odriozola y Gilberto Gatto Sobral, y la llegada de los primeros arquitectos ecuatorianos graduados en el extranjero, Sixto Durán Ballén y Jaime Dávalos.

A finales de 1940 y en los primeros años de 1950, se formaron los primeros arquitectos ecuatorianos en la naciente Escuela, y luego Facultad,  de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central. Se establecieron, entonces, algunas oficinas de arquitectura y construcción, junto a varios ingenieros de renombre, que fueron los protagonistas del desarrollo de la ciudad de aquellos años: ARQUIN (Arquitectos e Ingenieros asociados), MENA ATLAS, GADUMAG, y otros tantos profesionales que ejercían a nombre personal.

En 1954, la Organización de Estados Americanos, OEA, nombró a Quito como sede de la XI Conferencia Interamericana de Cancilleres que se realizaría en 1959.  El entonces presidente, Velasco Ibarra, creó la Junta Coordinadora Permanente de la XI Conferencia Interamericana cuya función era, entre otras, “(…) considerar y resolver los problemas relacionados con la construcción y acondicionamiento de locales para el buen funcionamiento y alojamiento de las delegaciones y demás personal (…)”. En 1957, el presidente, Camilo Ponce Enríquez, creó la Secretaría General de la Conferencia y la Oficina de Construcciones como parte del Ministerio de Obras Públicas, a cargo del ministro, arquitecto Sixto Durán Ballén, donde se aprobó la ejecución de 6 proyectos principales que cambiaron definitivamente el paisaje urbano de nuestra ciudad:  el Palacio Legislativo, el Palacio de Justicia, la Residencia Universitaria de la Universidad Central, el aeropuerto de Quito, el Hotel Quito como primer Hotel de lujo de la ciudad, y el aeropuerto de Guayaquil, además de la remodelación del Palacio Presidencial.

Inició, entonces, el proceso de búsqueda de un terreno adecuado para implantar el Hotel Quito, siendo el lote de 33.000 m2, de propiedad del Municipio de Quito, ubicado en el sector conocido como “la pata de Guápulo”, considerado como el más adecuado para este fin. El lote de terreno fue rematado y adquirido por la Caja del Seguro del IESS, empresa estatal encargada de poner en marcha el proyecto.

EL HOTEL

La Caja del Seguro del IESS optó por un programa de financiamiento para el proyecto que incluyó el diseño arquitectónico realizado por el arquitecto norteamericano Charles F. Mac Hirahan y garantizó que el Hotel Quito fuera administrado durante los primeros 20 años por la cadena hotelera internacional Intercontinental. La construcción estuvo a cargo de la empresa MENA ATLAS, quien designó al Arq. Oswaldo de la Torre como Superintendente de Construcciones.

La implantación del edificio es muy importante, a nivel urbano, es el remate visual de la avenida 12 de Octubre, mientras que al este, se aventaja de la maravillosa vista hacia el valle de Tumbaco. El proyecto se compone de tres cuerpos principales, el elemento horizontal o base en donde están el lobby y los salones; el elemento vertical o torre que alberga el primer grupo de habitaciones, y la barra quebrada, que aloja otro grupo de habitaciones.

El cuerpo horizontal es fácilmente identificable por la secuencia de arcos alargados y grandes vidrieras que permiten una transparencia y relación directa con el paisaje urbano y natural del valle. El vestíbulo, a doble altura, tenía originalmente todo el piso de mármol de carrara blanco, detalle actualmente solo visible en la generosa escalera helicoidal que permite acceder al primer nivel bajo que tiene relación directa con la piscina.

La barra quebrada que aloja el segundo grupo de habitaciones, es un elemento lineal en forma de “s” que encanta por su horizontalidad, acentuada por los balcones a todo lo largo, que además de brindar sombra a las habitaciones, representan un espacio exterior de disfrute. Es destacable la generosidad en el diseño de corredores y pasillos de las habitaciones, con pequeños vestíbulos que permiten mayor comodidad de circulación y la facilidad de vincular 2 habitaciones para convertirlas en una suite familiar.

El diseño del hotel realizado por la firma norteamericana responde a una tipología fácilmente reconocible en varios hoteles internacionales. Sin embargo, el Hotel Quito muestra sus particularidades al haber tenido que adaptarse a la difícil topografía del sitio.  Hacia el lado este, la secuencia de terrazas que bajan hacia la piscina le da un carácter de podio o base al edificio principal, mientras que, la piscina a un nivel más bajo, está en contacto directo con el jardín y la naturaleza.  La forma de la piscina y el pequeño pabellón de servicio de alimentos y bebidas (ahora casi escondido por una construcción nueva) son un ejemplo muy típico de la arquitectura de la época.  El jardín es un oasis en medio de la ciudad, mantiene el diseño original y tiene algunos árboles que son parte del patrimonio natural de Quito.

El sistema constructivo del edificio es de estructura de hormigón y mampostería de ladrillo, ventanería de aluminio (una de las primeras del país), puertas exteriores de planchas de plywood lacadas originalmente de un color naranja fuerte y una variedad de detalles característicos de la época y de la calidad constructiva, cabe mencionar la buena factura en la elaboración de los arcos alargados y la celosía prefabricada que compone la barra horizontal del lobby y salones.  Lamentablemente, en la actualidad esta barra es casi invisible hacia la Av. Gonzáles Suárez por las construcciones añadidas posteriormente, que afectan enormemente la calidad original del edificio.

PARABOLOIDE HIPERBÓLICO

En la década de 1950 es notable, también, la presencia del arquitecto Agustín Patiño que regresó a Quito después de hacer sus estudios en México y de haber participado en talleres con el arquitecto Félix Candela, que exploraba soluciones estructurales de cubiertas ligeras con cáscaras o membranas.

En Quito se construyeron dos estructuras de estas características que todavía existen: la de la gasolinera Ferri en El Ejido, de autoría del arquitecto Patiño y el paraboloide hiperbólico del Hotel Quito del ingeniero, Alejandro Segovia.

El paraboloide hiperbólico es una geometría de doble curvatura, que con dos apoyos permite grandes espacios libres y muy flexibles. El del Hotel Quito, de mayores dimensiones, actúa como elemento de jerarquización del ingreso y como “car-port”. Además de la importancia estructural, plástica y visual de este elemento, por su tamaño, adquiere un protagonismo relevante en el espacio urbano.

El CAE-VISITA agradece el acompañamiento a esta guía, de los arquitectos Francisco de la Torre y Álvaro Campaña, conocedores de la historia y la importancia arquitectónica del edificio, así como del personal del Hotel Quito que nos permitió acceder a sus instalaciones y estuvo con nosotros en todo el recorrido.

El CAE-VISITA continuará visibilizando y valorando obras ícono de la arquitectura moderna de nuestra ciudad y velando por su catalogación y protección.

María Samaniego

Junio 2017